Devolviéndola a la vida |
Desove artificial |
Con
la muerte de una trucha o un salmón rompemos un ciclo de vida que podría ser
infinito
Un pez devuelto al agua con vida es MÁS. En la sartén frito es MENOS
Texto
y fotos: Eduardo García Carmona
SUEÑO
Estoy
viendo la luz entre los árboles. Las ramas sacuden las hojas verdes que indican
el nacimiento de una nueva estación. Oigo trinar algún pájaro. Corre una
pequeña brisa que acaricia mi rostro y que parece que me salpica de agua. No,
no está lloviendo. Es la sensación de la mañana, de una mañana cualquiera en la
primavera más deslumbrante que jamás he visto. El sonido ambiental me indica
que estoy junta a un río. Ese chasquido del discurrir del agua juguetona
chocando contra las piedras, me incita a mirar al río para comprobar si tiene
peces. No veo nada. ¿Dónde estoy?
De repente, veo saltar sobre el agua cristalina una hermosa trucha que me ha dejado ver sobre la luz matinal su librea impresionante cargada de pintas rojas y negras, otras grises…
Me
incorporo sobresaltado.
Ha
sido un sueño entre árboles, ríos, peces, naturaleza…
Son el tiempo perfecto, el espacio ideal para la meditación ambiental. Poco más nos queda a los humanos que ver en sueños lo que estamos destruyendo despiertos.
Consciente
de lo que acabo de ver en mi mente, reflexiono y me pregunto, ¿por qué los
humanos somos los animales que más veces tropezamos en la misma piedra?
Se supone que por ser racionales deberíamos ser inteligentes…jajaja, nunca más lejos de la realidad.
La
inteligencia termina donde comienza nuestro egoísmo, una frase muy bonita que
me ha salido de muy adentro y, que no se si la ha pronunciado alguien antes
pero, lo mismo me da.
Dejamos
de ser racionales e inteligentes cuando sólo pensamos en nosotros mismos,
egoístamente, sin pensar en lo que nos rodea y quienes nos acompañan en el
“caminar diario” de nuestra meditación ambiental, soñando o despiertos.
¿Cómo
es posible no ver el daño que hacemos a todo lo que nos rodea?
Increíble,
¿verdad?
LA REFLEXIÓN DE UN SUEÑO
Aquí
comienza mi reflexión de la realidad de un sueño.
Comenzaba
mi artículo con la luz, los árboles, las ramas sacudiendo las hojas
verdes…estaba soñando en la primavera con anhelo porque el sueño me despertaba
con el canto dulce de un pájaro y una brisa que me acariciaba el rostro,
dejándome una sensación de humedad, de agua, otra vez. Estaba viendo un río, un
pez saltar sobre las aguas…¡más agua!
Aquí comienza la reflexión de mi meditación ambiental.
Somos
los causantes de los grandes males de nuestros ríos. Somos los causantes de
que, a pasos agigantados, la naturaleza se vaya destruyendo. El agua es
imprescindible para la vida humana pero, en la naturaleza existen millones y
millones de animales y plantas que también viven gracias a ella. Entonces, ¿por
qué la envenenamos?
Es la primera piedra en la que tropezamos porque hasta ahora, nunca nos ha faltado. El agua, todavía, es abundante y siempre lo que abunda no se valora.
Hay
que cuidar el AGUA, porque es nuestra vida y el futuro de los que nos precedan.
¿Qué vamos a dejar a nuestros hijos, a nuestros nietos? Miseria, ruina y
agonía.
LOS PECES
Nos
vamos a centrar en los peces, haciéndolo desde el punto de vista de pescador.
¿Qué pescador no quiere pescar algún pez?
No
conozco ninguno porque, la propia definición de pescador así lo dice: pescador
es el que pesca un pez. ¿Entonces?
Si
dentro del agua viven los peces, ¿qué pescador quiere lo peor para el pez? Aquí
está la segunda piedra en la que tropezamos.
Nos gusta pescar y conseguir sacar peces del agua pero, maltratamos los ríos invadiendo el hábitat natural de los peces. Todo lo que sobra en casa, en la fábrica…va a parar al río porque creemos que continúa siendo el estercolero humano, más cómodo.
Ese
concepto tiene que cambiar radicalmente porque
SE NOS TERMINA EL AGUA y todavía estamos a tiempo de solucionarlo.
Tenemos que depurar y no contaminar.
El
gran mal para los peces, la contaminación, es igual para los humanos pero, los
peces, y quiero centrarme en este apartado,
tienen muchos más “depredadores voluntarios e involuntarios”.
Los VOLUNTARIOS somos los mismos humanos aficionados a la pesca. Tercera piedra en la que tropezamos.
He
sido pescador compulsivo de los que, cuantos más peces sacase en mis jornadas
de pesca, más feliz sería. Y lo fue durante unos años en los que, incluso,
llegué a sacar un dinero con la venta de truchas. Ahora, soy un PESCADOR DE
CAPTURA Y SUELTA, por convencimiento. Algunos, que todavía “matan” a los peces,
se darán cuenta de lo que nos ocurrió a otros como yo para reinventarnos para
la pesca.
Conste
que no estoy “contra todo”. Mientras las normas así lo permitan, quien quiera
llevarse los peces para casa, allá él pero, sería muy bueno que reflexionaran
el día después porque, si con la muerte de un pez se cubre nuestro ego, con la
muerte de diez peces, lo incrementamos por diez y así sucesivamente.
¿Para qué matar los peces?
Unos
dicen que para llevar a casa pues, a su hijo/a, le gusta comer truchas del río.
Dicen que son muy distintas a las de piscifactoría y que están más ricas. Creen
querer lo mejor para sus hijos, ¿no?
Nunca
más lejos de la realidad.
Amén
de la contaminación de las aguas, por lo tanto contaminación de los peces,
llevar una trucha para casa es, principalmente, para vanagloriarnos de que
hemos pescado más. Lamentable por doble motivo. Llevamos peces criados en la
contaminación, dándoles “veneno” a nuestros seres queridos y encima, matamos al
pez que, de continuar vivo en las aguas, aunque contaminadas, nos pueden dar
muchos más peces para disfrute.
¿No sería mejor llevar al niño/a al río y enseñarle a pescar, a amar la naturaleza y la vida?
Con
la muerte de una trucha rompemos un ciclo de vida que se puede convertir en
infinito. Se trata de una progresión aritmética que puede llegar al infinito.
Una trucha adulta puede poner 2.000 huevas. De ellas, un 5% podría salir
adelante en un ciclo natural normal. El resto, el 95% de la puesta se destruye
de una u otra forma. De ese 5% de huevas que se convierten en alevines, unos
100 peces por poner números redondos, sólo otro 5% llegan a adultos. O sea,
CINCO PECES.
Soy conocedor de que las cuentas no son correctas del todo pero, suficientes para concienciar sí. Números arriba o abajo, con matar una TRUCHA, estamos rompiendo una progresión que llenaría nuestros ríos de peces para el mayor disfrute de todos los aficionados. Después, cuando alguno quiera llevarse un pez para casa, habrá tiempo de realizar un EQUILIBRIO ecológico acorde con las circunstancias pero, mientras tanto, NO VOLVAMOS A TROPEZAR en más piedras.
Seamos
justos con nosotros mismos y con la naturaleza y por esa justicia y el mal que
he causado en su momento al río, además de perdón, les pido una REFLEXIÓN y que
se animen a practicar el CAPTURA Y SUELTA porque al paso que vamos, podemos
quedarnos sin ríos y sin peces y, ¿entonces para qué queremos la ilusión los
pescadores?
Un pez devuelto al agua con vida es MÁS. En la sartén frito es MENOS.
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