SAMUEL GARRIDO MARTÍNEZ (92 años), Subinspector-Guarda Mayor de pesca jubilado con 43 años al servicio de la pesca y los pescadores en León
Texto y fotos: Eduardo García Carmona
SAMUEL GARRIDO MARTÍNEZ, nacido en Villapalacios (Albacete) en 1933, llegó a León en el año 1.956 procedente de la capital de España. Un familiar suyo, un primo, fue el causante del traslado mediando ante el General Moscardó, máximo responsable del deporte a nivel nacional, en aquellos años aunque fue el Ingeniero Jefe nacional del servicio de pesca de ICONA, Guillermo Muñoz Goyanes quien hizo posible el traslada a tierras leonesas. A partir de ese momento, fue cuando un joven de 23 años sin ningún tipo de experiencia, llega a la provincia más truchera del país.
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Pescador en el coto de Garaño |
José Derqui, ingeniero del servicio de pesca en León, le asignó a Barrios de Luna, recién construida la presa. Después de unos meses en el destino, comprobó el duro invierno leonés, donde las nevadas y las grandes heladas le trasportaron a “un polo norte” totalmente desconocido para él. Samuel no podía aguantar más aquellas jornadas de frío y soledad, por lo que decide abandonar. El responsable de pesca en León le recomienda no irse. El servicio de pesca en la provincia acababa de crearse y podía significar un buen futuro. Es
Carlos Mondéjar con Carmona |
cuando le ofrece trasladarse a la localidad de La Magdalena, centro neurálgico y comercial de la comarca, en pleno auge por la minería del carbón. La localidad, con mucho más ambiente para un joven de sus características, le sienta “como anillo al dedo”. Tanto que conoció a la mujer de su vida, FLORENTINA GONZÁLEZ, con la que esposó años después. Por entonces ya era guarda del coto de Villarroquel, donde estuvo seis años. Por cierto, su padrino de boda fue Carlos Mondéjar, ingeniero de pesca. El vehículo que llevó a la novia a la iglesia era un SEAT 600, propiedad de éste.
El
dinero de la mina corría con alegría en localidad de La Magdalena pero, el
sueldo de guarda daba para la pensión y muy poco más.
Otra
vez Samuel pretende marcharse.
El coto de Santa Marina, en el río Órbigo, era por entonces el “buque insignia” de la pesca en León. No le andaban a la zaga Bachende “El Internacional”, en la zona de Riaño, en aguas del río Esla, coto hoy en las profundidades del pantano.
Florentina,
su esposa, era maestra en La Magdalena y para que Samuel pudiese quedarse en la
zona, se decide crear, en aguas del río Luna, el tramo acotado de GARAÑO.
AURELIANO CRIADO OLMOS, ingeniero de pesca en aquellas fechas, ofrece su cuidado y vigilancia a Samuel Garrido. Sólo le dijo una cosa: “espero que a la vuelta de poco tiempo sea mejor que Santa Marina”. Así ocurrió. En tres años, sus truchas y condiciones, le dieron tanta fama que llegó a traspasar las fronteras nacionales, superando al de Santa Marina.
Garaño llegó a tener la trucha autóctona más apreciada de la provincia. La calidad de sus ejemplares, su talla y peso, así como su abundancia le situó en cabeza de las preferencias de pescadores españoles y extranjeros, especialmente franceses, que ya comenzaban a utilizar la mosca seca, un arte totalmente desconocido en León.
Recuerda
Samuel que por este tramo acotado pasaron las mejores cañas del mundo, así como
altas personalidades, caso del Ministro López Rodó, el Nuncio de la Santa Sede,
Monseñor Dadaglio, generales españoles, marqueses, duques, embajadores de otros
países...
De Monseñor DADAGLIO cuenta una anécdota,
“Era un 19 de Marzo y hacía
un frío tremendo. Por más señas nevaba. El Nuncio de su Santidad, pese a la
hoguera improvisada, no aguantaba las inclemencias del tiempo, por lo que le
acompañé, junto con sus amigos y séquito, a Vega de Caballeros, donde comieron.
De vuelta al río compruebo que estaba pescando en Garaño un sacerdote asturiano, de Gijón, y tenía una captura preciosa. Se trataba de una trucha hermosa, de pintas rojas intensas, que pesaba algo más de 2 kilos. Le digo que si no le importaría enseñársela al Nuncio. Este, incrédulo por la presencia de tan alta personalidad en el río, en ese momento comiendo, accedió pero insistiendo que solo verla, nada de regalársela, porque “si vuelvo a Gijón diciendo que he pescado una trucha de más de 2 kilos y no la llevo, no me van a creer”, apuntó. Así ocurrió. Monseñor nada más ver tan hermosa criatura no aguantó ni sobremesa. Raudo y lleno de ganas se puso a pescar en la explanada que existe en Garaño y disfrutó de lo lindo. Desde entonces a esa zona se la conoce como la explanada del Nuncio”.
Son tantas las anécdotas que me ha contado Samuel, que bien se podría escribir un amplio libro.
En
Garaño vivió SAMUEL GARRIDO MARTÍNEZ los mejores años de su vida de trabajo en
el río por la pesca y para los pescadores. Fueron años complicados por la
carestía de medios. El río lo era todo para él, así que no importaban las horas
de trabajo. La mayoría de las jornadas eran de 24 horas. No importaba. Como
vehículo tenía una bicicleta. Como herramienta de trabajo, ilusión y ganas.
Aquello parecía su propiedad, de ahí tanto empeño y tanto mimo.
Nuestro protagonista no quiere dejar pasar la oportunidad de dar a conocer una jornada de pesca del escritor MIGUEL DELIBES, en el coto de Garaño:
“Le dejé pescando en la zona baja. No conocía el tramo, por lo que se fio de mis consejos. Mientras pescaba
Miguel, yo decidí acudir a la zona alta del coto, en Mora de Luna. Allí las truchas se estaban cebando que era una maravilla. Acudí rápidamente a su encuentro, aconsejándole subir a dicha zona. En media hora sacó el cupo: 12 truchas por entonces. Pesaron más de 6 kilos. La única objeción del Sr. Delibes fue que había resultado demasiado fácil. Al año siguiente volvió con su hijo Juan. Entre los dos no consiguieron un cupo. Esto demuestra que no todos los días son iguales para la pesca, aunque quedaron enamorados del río Luna y la trucha de Garaño”.
No todo ha sido de color de “rosa”. En “el debe y haber de SAMUEL GARRIDO, guarda de pesca jubilado en 1.998, existen denuncias por furtivismo, desastres ecológicos con mortandad de miles de truchas y SALVAMENTO de pescadores en riesgo de perecer ahogados, como ocurrió con el director, por entonces del Faro de Vigo, quien en una jornada de pesca, metido en la isla que se forma en Garaño, cuando intentó salir no podía porque habían abierto las compuertas del pantano y a punto estuvo de ser arrastrado por el agua, “tuve que acudir rápidamente a la Central de Mora para que cortasen el agua. Testigo del rescate fue el director del Hostal de San Marcos que también estaba pescando en la zona”.
Entre los desastres ecológicos vividos por Samuel hay que destacar la gran mortandad de truchas causada en el río Sil por culpa de unos vertidos de la central térmica existente en la zona. Cosas parecidas volvieron a ocurrir en otras ocasiones y en otros ríos.
El cambio de compuertas en el pantanín de Selga de Luna, también produjo la muerte de miles de truchas. La suelta de vertidos de cuadras de ganado, en el pantano de Casares, hizo posible que los purines terminasen con las truchas de todo el embalse, muchas superiores a los 2 y 3 kilos.
Otro tanto ocurrió en el Órbigo, por debajo de Veguellina, con los vertidos de la azucarera. Pese a las denuncias y las sanciones, comenta Samuel, nunca se ponía solución. Para algunas empresas era mejor pagar todos los años multas, a tener que montar un sistema de depuración de agua que costaba muchos millones de las antiguas pesetas. Las sanciones, en la mayoría de los casos ni se pagaban. Así comenzó a cundir el desánimo o frustración en la guardería que, cada vez, se veía más desprotegida, amenazada y falta de autoridad.
El coto de El Castillo, a causa del envenenamiento, por vertido de lejía por unos desalmados, en la zona de Las Cuadras de Manolo, acabó con más de 15.000 truchas muertas, arrasando el coto que necesitó 4 o 5 años para recuperarse.
Desastre sin precedentes fue la aparición de la Saproleginiosis, enfermedad que aún convive con la trucha en los ríos y que de vez en cuando aparece afectando, con sus manchas blanquecinas, a miles de ejemplares.
Con
GARRIDO MARTÍNEZ he pasado muchas jornadas en plena naturaleza y en la orilla
del río. He compartido amistad y me he sentado en algunas ocasiones en la mesa
a compartir viandas “sirviéndome de guía asignado por la administración” para
mis reportajes en Televisión de León. El si me ha visto y acompañado pescando
pero nunca le he visto pescar en el río.
Lo mejor que tenido con Samuel ha sido la amistad a lo largo de muchos años que, aún perdura, aunque nos vemos muy poco. Él atendido por su familia donde recibe todo el amor del mundo y yo, recordándole cada vez que paso por delante de su domicilio en La Magdalena (León), especialmente cuando hacemos la parada para tomar café o comprar el pan porque en ésta localidad leonesa existe una de las mejores panaderías del mundo, al menos para mí.
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Carmona y Samuel |
También recuerdo aquellas salidas hacia El Bierzo que tanto nos gustaban. Con la sonrisa en la cara siempre me decía: “¿Carmona, cuándo vamos a nuestra finca a por castañas?”. Eran los años 80 y “la finca” se encontraba en los montes de la localidad de Sobrado donde, “castaños milenarios” nos esperaban junto a la carretera y un
poco más alejados. Llenábamos una bolsa para cada uno y después nos marchábamos a ver a Ramón Fernández Vidal y su esposa Gela (DEP ambos). Éramos como de casa. Íbamos a la huerta, embotábamos los pimientos del Bierzo que comprábamos para toda la familia y amigos de la capital, incluidos compañeros de trabajo y pasábamos un gran día en su compañía.
Qué
tiempos.
Gracias, SAMUEL GARRIDO MARTÍNEZ por compartir tus historias y que continúes muchos años conservándote como en la actualidad, con más de 90 años de intensa vida y que pronto nos volvamos a ver por León.
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