LIBROS PUBLICADOS POR Eduardo García Carmona

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domingo, 21 de noviembre de 2021

En la pesca y en los ríos todo lo “dicho ayer” sirve para hoy…

 


En Pescarmona les ofrecemos la primera conferencia pronunciada por el autor de ésta página en la Semana Internacional de la Trucha de León en 1989

La preocupación por la naturaleza ayer, se incrementa hoy y todas las referencias continúan vigentes…

Las diferentes clases de pescadores, una anécdota en el río Órbigo…

 

Texto y fotos: Eduardo García Carmona

 


Rebuscando entre los pocos papeles que aún con
servo de cuando escribía de pesca en Diario de León, dónde todavía la informática estaba en “pañales” y había que presentar los trabajos en folios escritos a máquina de aquellas Olivetti, he encontrado las cartas de la problemática que surgió entre Jesús Pariente y una serie de colaboraciones de otro Jesús, de apellido García, abogado que lo era de profesión y que había aportado detalles del Manuscrito de Astorga.


También un pregón de 1977 pronunciado por MODESTO FRAILE POUJADE
, político de la transición que falleció en 1994, y que abría aquella Semana Internacional de la Trucha.

Entre papel y papel, como “entre col y col”, apareció una “lechuga”, la mía que estaba fecha en Junio de 1989.

Fue mi primera y única conferencia dentro de la Semana Internacional, que no la primera porque, hasta en El Albéitar de nuestra Universidad de León, diserté de pesca.

Aparecieron otros documentos pero, desgraciadamente, en mi viaje a las islas afortunadas donde residí casi siete años en Las Palmas de Gran Canaria, perdí o destruí un buen montón de ellos porque había que acudir “ligero de equipaje”.

Eran otros tiempos y como ya sobrepaso los setenta de edad, va siendo momento de vivir más del recuerdo, además del día a día, que también.

La conferencia la ofrezco para demostrar que en pesca está “prácticamente” todo dicho.

 



EL PESCADOR

(Conferencia pronunciada por E. Gª Carmona el 22 de Junio de 1989, a las 20 horas en la Obra Cultural de Caja León, en la calle Santa Nonia, 4)

 


Buenas tardes señoras y señores.

Hay que ser, o haber sido pescador, para conocer el goce infinito de lo que es la pesca de la trucha en nuestros ríos.

Para ser pescador hace falta, ante todo, ser el mejor amante de la naturaleza aunque parezca paradójico por aquello de matar los peces para satisfacer una afición, un vicio o un deporte que esto último no lo tengo muy claro.


El pescador vive la belleza de la primavera, el rigor del verano, la caricia algo triste del otoño y la dureza del invierno. El pescador conoce como pocos la vida de los insectos, el sonido del agua al salpicar cuando choca con las rocas, el instinto de los animales, la grandeza de las montañas y el verde resplandor de las praderas. A veces, el pescador no se da cuenta que forma parte de ese complejo mundo natural que le rodea y, de una u otra forma, daña el entorno que le rodea o acompaña.


El pescador, a veces, es tan egoísta que sólo ve su caña, el río y la trucha olvidándose de todo lo demás. En otras ocasiones, espera su oportunidad agazapado junto al matorral de la orilla y, ante la trucha ofrece su sabiduría para intentar engañar a la pieza fundido en la naturaleza sin alterarla para no ser descubierto y gozar al máximo del espectáculo que a cada momento le ofrece el río.

Quiero dejar claro que existen muchas clases de pescadores aunque,  pescadores o pescador de verdad sólo hay UNO: el que se guía por su intuición respetando al máximo la naturaleza.


La pesca con caña por circunstancias propias es una pasión libre y natural. Cada uno dispone a su libre albedrío de optar por una u otra modalidad de pesca y demostrar si la pesca es considerada o no deporte, afición o el vicio más democrático. Por lo tanto, no existe razón para que el pescador que utiliza la lombriz como cebo, sea criticado o menospreciado por los que pescan a otras modalidades como la pesca a mosquito ahogado, buldó o a la leonesa, si hablamos de lance ligero, o a mosca seca, sin olvidar la cucharilla. Claro que éstas últimas son más elegantes o limpias pero, ¿de qué se trata el acto de pescar? ¿De elegancia o de limpieza?


Estriba en saber engañar a los peces, a la reina de nuestros ríos, la singular trucha común o “pintona”, que así la llaman. No se puede “mirar por encima del hombro” a un pescador de cebo natural o, como últimamente, al pescador de cucharilla porque utilice lombriz o el “hierro” para pescar. Ninguno puede considerarse mejor por utilizar sólo la mosca ahogada o seca. Hay que saber adaptarse a las circunstancias del lugar y el momento de pesca elegido.


La facilidad en la pesca no tiene aliciente. Cuanto más difícil se pone una trucha para ser engañada, mayor es la satisfacción. El mejor indicador para utilizar un arte de pesca u otro es la propia naturaleza que nos rodea y el río donde vive. Los peces nos demuestran con sus movimientos lo que comen en cada momento. Sólo es observar porque la ocasión de engañarla, seguro que llegará. Ese es el verdadero pescador, el pescador de verdad que acude al río a disfrutar no sólo a por pescado.

También existe el pescador completo que no es otro que aquel que sabe utilizar cada elemento que le acompaña en el momento preciso. Aquel pescador que se niega a pescar a uno u otro arte en cada momento y sólo pesca a mosquito ahogado o a la mosca seca, ignorando la cucharilla o el cebo, no es un pescador completo. Tampoco lo es aquel que, como no es la hora de la pluma o la mosca seca, se sienta en la orilla o se marcha para el bar, que los hay. Otra cosa es sentarse en la orilla para observar a los peces e intentar saber lo que comen porque, comer, comen tarde o temprano.


Pescar sólo a cebo natural o un arte determinado de la pesca artificial, es un error porque cada arte, utilizada en sus momentos oportunos, nos ofrecerá satisfacciones y rendimiento.

Algunos pensarán que si todos fuésemos pescadores completos terminaríamos con las truchas cuando, las truchas se terminan con por “otros descuidos” humanos como la contaminación y otros deterioros constantes que sufre la naturaleza. No es pescando legalmente como se termina con la trucha. No lo es siempre que actuemos con orden y disciplina de amante de la naturaleza.


Algunos apuntan a que “cuantos más pescadores en el río, más truchas” y no les falta razón. Los pescadores de verdad son los verdaderos guardianes del río y la naturaleza. El pescador es, y será siempre, el mejor guarda del río aunque, también, es el más perseguido.

Existen muchos aficionados a la pesca que lo único que pretenden es llenar sus cestas cuando lo importante es disfrutar en plena naturaleza o pasar una jornada en el río con los amigos.

Otros, cargan sus chalecos con centenares de moscas y mosquitos y utilizan varias cañas, que tampoco están de más si sabemos utilizar cada una cuando pescamos a un arte u otro. No es necesario tener una “colección de cañas último modelos” para salir al río a disfrutar. Los que llevan tanto artilugio o cañas, son los ansiosos que todo lo quieren.


Otros pescadores mientras están pescando hoy, ya están pensando en el mañana, sin darse cuenta de que nunca existen dos días iguales para engañar a las truchas. En la pesca no se puede disponer hoy de lo que se va a hacer mañana y menos guiarse por lo que se dice en el bar o en la tienda de pesca donde nos reunimos para hablar de experiencias. Efectivamente, puede servir de guía para lo que se puede hacer cuando se va al río al día siguiente pero, toda la información que acumulamos sirve sólo para eso. Cuando llegamos al río es donde sabemos lo que podemos o no hacer, una vez visto el estado del río y tras observar lo que está ocurriendo en plena naturaleza. Incluso de ésta forma podemos equivocarnos pero siempre sobre el terreno se debe decidir.


En León, como en otros muchos lugares, somos dados a pescar a un solo arte y desde que apareció la mosca seca como “la salvadora” del pescador, parece que quien no la utiliza no puede pescar o no es un  pescador completo. Apuntan que es el arte definitivo y quienes así piensa creo que están equivocados. Efectivamente, es el más bonito para engañar a las truchas en superficie pero cada arte de pesca tiene su sitio y momento en el río.


Un factor muy importante para pescar es LA MORAL que tenga el pescador que en muchas ocasiones se confunde con las ganas de pescar. Sin moral, habilidad o ánimo, todas la experiencias en ésta vida, fracasan.

No hace muchas fechas, encontré en la orilla del río Órbigo, en Cimanes del Tejar, a un pescador de unos 80 años. Después de mucho observarle, comprobé que pese a ser un verdadero artista con la caña a sus años, sólo utilizaba el arte del mosquito ahogado y en cada lance sólo sacaba los propios mosquitos y la boya. Me acerqué y dialogué un buen  rato con él publicando días después todas sus experiencias contadas. Fue en una entrevista que reseñé en las páginas de pesca de Diario de León.


Recuerdo que me decía alardeando que “mosquito grande, trucha grande y mosquito pequeño, trucha pequeña”. A quien piense como éste ribereño del Órbigo le puedo decir, y que está mayormente comprobado, es que si las aguas bajan claras y climatológicamente el día está soleado, son los más diminutos mosquitos los que suelen tomar las truchas y si las aguas bajan altas y algo tomadas y el día está nublado, son las moscas de mayor tamaño las recomendadas. En

ambos casos existen excepciones como la experiencia del pescador, la intuición y la destreza a la hora de presentar el engaño dependiendo del tamaño. El premio siempre será el mismo: disfrutar en la acción de pesca en cada momento y respetar el medio natural.

Quien sabe respetar la naturaleza, se respeta a si mismo por lo que estar concienciados con ésta cuestión es una de las grandes asignaturas para todo pescador con sentido y visión de futuro.

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