La cucharilla multiusos de EDU
Observando
un paquete de tabaco moverse en el curso del río se le “enciende la bombilla”
para descubrir dónde se sitúan los peces
En
las historias de Edu siempre están presentes sus amigos Suso de Ávila, Dionisio
de Ortigueira y El Loro
Villar, pescador de Ortigueira, fue el primero en alabar mis cualidades con la cucharilla
Los
vientos del norte nunca son buenos para la pesca, los del sur son mejores
Texto
y fotos: Eduardo Fontela López y E.G.C.
Llevaba la miñoca purgada con verde, lechuga, berzas, pimientos y de esta forma expulsaba la tierra que lleva dentro.
También, preparaba el cebo con sangre de gallina. La echaba dentro de un cajón de madera con tierra y las miñocas salían todas rojas que apetecían comerlas. Con todos estos trucos creía que conseguiría sacar más rendimiento en la pesca de la trucha pero resultó lo contrario.Viendo el fracaso me desplazo al cine con mucha tristeza o vergüenza, con rabia y El Loro, que era el portero, me dice:
“¿tú trabajas en un banco, sales a las tres,
comes, te cambias de ropa y luego vas a buscar miñocas para pescar, no?
Pero si pescas a la
cucharilla verás la comodidad que es llevar tres cucharillas, una de latón,
otra de cobre y la tercera acerada, en una caja de cerillas.”
Seguí sus consejos y comencé a pescar a cucharilla. Un día sacaba dos, otro, ninguna, y así un mes tras otro. Jamás llegaba a casa con alguna más.
Los
paisanos me conocían, por mi padre CAZOLO que así le llamaban, también por el
banco. Al principio me preguntaban si era el hijo de CAZOLO y al confirmarlo me
decían que se fuera la mitad de honrado
que era mi padre podía conformarme, todos lo que lo conocían le tenían mucho
cariño y amistad, por su forma de ser.
Todos los días se molestaban en indicarme donde habían pescado mucho el día anterior y donde había una trucha grande. Sinceramente, parece que se interesan por mí.
Un
día estaba disgustado, enfadado, molesto, asqueado y andando por el campo por
la orilla del río y buscando un sitio cómodo para lazar la cucharilla y no
perderla. Veo un paquete de tabaco y cabreado
como si quisiera vengarme de algo, que le di un “patadón”, cayendo al
río, como si tuviese la culpa el paquete y el río. Al pesar tampoco pensé que
no valía la pena descargar la rabia con el paquete y el río.
Fui a ver el paquete y observo que en un principio se hunde un poco, motivado al poco peso, luego veo que poco a poco se va moviendo, la corriente era poca o llevaba poco agua y era el motivo de la poco corriente, desde fuera fui siguiendo el paquete, veo que poco a poco va avanzando y de repente veo que se va apagando y entra en un remanso cerca de la pared del rio, este detalle me iluminó, o se me encendió la bombilla. Con rapidez cojo todo lo de la pesca y me meto dentro del rio para probar lo que había visto o imaginado.
Dentro del rio lanzo al sitio donde pienso que hay una trucha y vengo trayendo la cucharilla como si la estuviese sujetando para que no se hunda, simplemente el nylon me vale para tener en línea con la corriente con si fuese una comida o el mismo paquete, vuelvo a decir sin apurar la cucharilla, para entenderlo mejor lo he comparado otros días con un corcho y viendo la actuación del corcho, lo hacemos igual con la cucharilla.
Hijo y abuelo (padre de EDU)
El
primer lance que hago y sabiendo a donde deseaba que fuese la cucharilla, viene
la primera trucha. Podrán decir que es mentira pero, fue cierto.
Los
veteranos me confirman que es así como se utiliza la cucharilla (Suso de
Ávila, Dionisio de Ortigueira, el Loro ) y otros muchos más.
Siempre
que iba a los eventos, los veteranos deseaban hablar conmigo y en la
conversación sacábamos o aclarábamos las posibles dudas que teníamos todos pero,
lo hacíamos después de pasar muchos años
con vivencias a diario. Prometo que no mentía cuando les comentaba que en cada
lance de cucharilla sacaba una trucha.
Viendo que se me daba bien la pesca los ribereños que conocían a mi padre, me indicaban los sitios y la importancia del día, los vientos, la marea…
Los
vientos del norte nunca son buenos para la pesca, los del sur son mejores, pues
son vientos calientes. El cambio de la
marea es el mejor momento para saber si
seguimos pescando o nos marchamos. Esto es debido porque si la climatología va
a peor, dejan de picar y si es lo contrario empezarán a picar o seguirán
picando como antes.
Comencé a coger fama de pescador en el barrio y no entiendo cómo. Nunca jamás comenté lo que había pescado. Solo lo sabían los vecinos a los que mi madre les regalaba las truchas por orden, cada día a uno distinto.
La
primera vez que salió a la luz pública la facilidad mía para la pesca de la
trucha con cucharilla, fue propagada por un pescador de Ortigueira, apellidado
Villar.
Un domingo me desplacé al rio del Baleo y según entro al agua saqué dos truchas. Esto, tan temprano no suele suceder. A las nueve y media de la mañana decidí marchar para casa.
En
ese momento dejo de pescar y me encuentro a Villar. Me pregunta cuantas llevo y
le contesto, que nada de nada. Él muy ufano me contesta que ya lo sabía. Yo soy
el mejor pescador de Ortigueira y llevo cinco pero, como buen gallego, se fue
acercando a mí y al llegar a mi lado me insinúa que le enseñe la cesta para saber
cuántas llevaba. Cuando ve el cesto lleno, dijo un taco gordo y comenta a continuación, no sabía que pescabas tan bien.
Ese día habló con mi padre sobre lo sucedido y le dijo mi progenitor: “todos los días trae 100 truchas o más y mi esposa se las entrega a la gente humilde. La Guardia Civil lo conoce como “la peste”, pues es el mote que le han puesto los pecadores y el propio cuerpo de la Benemérita.
Todos
los días al venir de pescar y antes de entrar en casa, paraba en la tienda de ultramarinos de los
padres de Anselmo, compañero de Banco Pastor. Allí se juntaban los pescadores
cuando regresaban del río. Los comentarios
sobre mi pesca eran el común denominador y cuando no acudía, les
extrañaba. Normalmente, al
levantarme y antes de salir de casa,
miraba el cielo, si el día era malo no salía de pesca.
Jamás me vieron una trucha inferior a mi cuarta y años más tarde pusieron la medida de mi cuarta, 20 centímetros.
Recuerdo
un sábado a la tarde, sobre las 19 horas, me vio Abelardo, propietario de un bar
que frecuentan también los pescadores de regreso a casa. Abelardo que también era
taxista, me vio entrar en el río a la
hora apuntada y dos horas más tarde estaba en el bar. Cuando vieron 39 truchas,
no lo creían. Abelardo juraba que me había visto llegar de Coruña. Minutos
después empezó a reclamar la apuesta que había hecho con los clientes. Me comentó
que gracias a mí, estaba ganando más dinero que vendiéndoles café.
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