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lunes, 9 de mayo de 2022

LAS COSAS DE EDUARDO FONTELA “Edu”…capítulo 3

Pescador gallego practicando cucharilla a "ballesta"



Los desafíos de un profesor de El Viso
que pretendía dejarle mal en el bar de Abelardo

De ahí el dicho, “aprendiz de todo maestro  de nada”

Estrenando un carrete nuevo, Luxor Contact, el auténtico, al que cambiaron años más tarde, Luxor por Crack para engañar a la viuda del inventor francés

 

Texto: Eduardo Fontela López. Fotos: E.G. Carmona

 


Había un profesor en El Viso y al hacer la concentración escolar en Galicia
fue como le destinaron para Ortigueira. Fue entonces como nos conocimos  y, además, pescando.

Al buen hombre le gustaba, al igual que a la mayoría, presumir de ser de los mejores pescadores de todo el entorno y que nadie hacía sombra. Se nota que somos humanos y algo vanidosos.  


Villar, que por el apellido le conocíamos, apuntaba que era cierto lo que comentaba pero, un día hizo estos mismos comentarios en el bar de  Abelardo y, éste,  lo estuvo provocando un buen rato.

Un día por casualidad llegando a la casa de los pescadores, que era el mencionado bar de Abelardo, empezaron los jugadores de la partida diaria de dominó a decir: “ahí está la peste”, y al momento salieron todos, momento que aprovechó el ofendido o molesto pescador para desafiarme a pescar en una charca que había detrás del bar. Sin decir nada se fue y cogió  sus aparejos comenzando a lanzar a un lado y otro. Cuando se aburrió de estar lanzando en la charca me dice con cinismo y descaro: “ahora vete tú haber lo que sacas”.


Le respondí que en otro momento por no faltarle al respeto.

Todo pescador sabe que al pasar pescando otro con la cucharilla por delante se debe esperar un par de horas y él lo sabía. Lo apuntado, no le contesté y empezó a reírse para añadir a continuación: “que os dije. No se atreve porque no puede conmigo”.

El sábado siguiente no acudí como otras veces al bar a propósito pero, a los quince días me presenté en la cantina, centro de reunión de pescadores y al verme todos se levantaron como si supiesen que iba haber otro duelo.


Todo era murmullos.

Sin dar explicaciones saqué la caña, la preparé y bajé por detrás de la casa de Abelardo. Me acerqué  a la cascada donde el otro pescador, el desafiante, había empezado a pescar en aquella ocasión. A él lo veían los peces y a mí  no, pues comencé a pescar por debajo de donde lo había hecho él. En la primera esquina lancé y saque una trucha. Vuelvo  a lanzar al centro y  saque otra. Lanzo hacia la izquierda y  saco otras más.


En la charca del otro día había sacado el tres y yo saque siete.

Al llegar arriba dice un señor mayor: “no tengo idea de lo que ha pescado “la peste” pero, al verlo entrar en el río, ya sabíamos quién es el verdadero pescador. No presume y resulta que pesca el doble”.

Ese día no hubo más comentarios.

Sobre este “señor” tengo más cosas que contar.


Un sábado víspera de la apertura de la pesca lo encontré en la iglesias en la celebración de la santa misa y al verme debió de pensar, o al menos eso creía yo,  “éste mañana va de pesca al  río a Couzadoiro” y me dice con cinismo porque lo averigüé  al día siguiente, “vienen  unos amigos de las Puentes a pescar al río de  las Mestas,  pues dicen que hay muchas truchas”.

No le hice caso pues era conocido por muchos pescadores y cazadores como mentiroso y egoísta.


Al día siguiente  domingo estrené mi primer carrete Luxor Contact,  el auténtico, el del ingeniero francés. Años más tarde le quitaron lo de Luxor que estaba escrito en letra inglesa y le pusieron Crack en letra redondilla, para engañar a la viuda.

Era domingo y salí con mi padre al río y al pasar por delante de la casa o bar de Abelardo, vi el coche del famoso mentiroso y le dije ahí tienes tú coche. Nosotros, vamos y pasar dos kilómetros por encima y más tarde me buscas.


Empecé sobre dos kilómetros por encima a pescar y, de entrada, sin meterme en el río, pescando de orilla. Después me fui metiendo poco a poco para que no viese las hierbas arrancadas al cruzar, las cuales son arrastradas por la corriente y esto descubre que otro pescador va delante.

Ese día estaba algo raro, pues me dolía la cabeza y tenía fiebre, tenía 39º.  Continué pescando  bastante cansado porque creí que aguantaría pero, tuve que dejar de pescar.

Al llegar al bar me vieron y saltando de las sillas los jugadores comentan ahí está “la peste”.


El dueño del bar se volvió y me  preguntó como otras veces que tal había ido la pesca. Le indiqué con la cabeza que regular. En ese momento salió  el famoso mentiroso y me pregunta a voz en grito, ¿qué tal? y le contesto que nada de nada. Sin pensarlo dos veces gritó: “qué os dije yo. Lo del otro día fue casualidad.

Para confirmar su  comentario, solicitó ver el cesto y al verlo casi lleno se fue a jugar la partida y no dijo nada más.


Otro día empecé a pecar unos kilómetros antes de la casa de Anselmo, compañero del banco  y al llegar a esa altura, siento un comentario ahí vienen unos chambones, cuando me vieron me preguntó, ¿qué tal la pesca y le comento que nada de nada,  manifestando delante de su hijo, “ya te lo decía yo”, somos los mejores pescadores de Ortigueira y llevamos en toda la mañana cinco  truchas, pero como buen gallego

desconfiado, se acercó a confirmar todo y al ver el cesto lleno me pregunta por la cucharilla utilizo. Se las enseño y me la pide, para ir por la noche a pescar los reos.

Otro día, quiso acudir conmigo a pescar al rio. Lo que pretendía era demostrar que era mejor que yo pero no pudo. Al final de la tarde le saque 50 truchas de diferencia y dijo: “tengo que rendirme ante la evidencia, no puedo contigo”.

 De ahí el dicho, “aprendiz de todo maestro  de nada”.

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