Pescador gallego practicando cucharilla a "ballesta"
Los desafíos de un profesor de El Viso que pretendía dejarle mal en el bar de Abelardo
De ahí el dicho, “aprendiz de todo maestro de nada”
Estrenando
un carrete nuevo, Luxor Contact, el auténtico, al que cambiaron años más tarde,
Luxor por Crack para engañar a la viuda del inventor francés
Texto:
Eduardo Fontela López. Fotos: E.G. Carmona
Había un profesor en El Viso y al hacer la concentración escolar en Galicia fue como le destinaron para Ortigueira. Fue entonces como nos conocimos y, además, pescando.
Al
buen hombre le gustaba, al igual que a la mayoría, presumir de ser de los mejores
pescadores de todo el entorno y que nadie hacía sombra. Se nota que somos
humanos y algo vanidosos.
Villar, que por el apellido le conocíamos, apuntaba que era cierto lo que comentaba pero, un día hizo estos mismos comentarios en el bar de Abelardo y, éste, lo estuvo provocando un buen rato.
Un
día por casualidad llegando a la casa de los pescadores, que era el mencionado bar
de Abelardo, empezaron los jugadores de la partida diaria de dominó a decir: “ahí está la peste”, y al momento salieron
todos, momento que aprovechó el ofendido o molesto pescador para desafiarme a
pescar en una charca que había detrás del bar. Sin decir nada se fue y
cogió sus aparejos comenzando a lanzar a
un lado y otro. Cuando se aburrió de estar lanzando en la charca me dice con
cinismo y descaro: “ahora vete tú haber
lo que sacas”.
Le respondí que en otro momento por no faltarle al respeto.
Todo
pescador sabe que al pasar pescando otro con la cucharilla por delante se debe
esperar un par de horas y él lo sabía. Lo apuntado, no le contesté y empezó a
reírse para añadir a continuación: “que
os dije. No se atreve porque no puede conmigo”.
El
sábado siguiente no acudí como otras veces al bar a propósito pero, a los
quince días me presenté en la cantina, centro de reunión de pescadores y al
verme todos se levantaron como si supiesen que iba haber otro duelo.
Todo era murmullos.
Sin
dar explicaciones saqué la caña, la preparé y bajé por detrás de la casa de
Abelardo. Me acerqué a la cascada donde
el otro pescador, el desafiante, había empezado a pescar en aquella ocasión. A
él lo veían los peces y a mí no, pues comencé
a pescar por debajo de donde lo había hecho él. En la primera esquina lancé y
saque una trucha. Vuelvo a lanzar al
centro y saque otra. Lanzo hacia la
izquierda y saco otras más.
En la charca del otro día había sacado el tres y yo saque siete.
Al
llegar arriba dice un señor mayor: “no
tengo idea de lo que ha pescado “la peste” pero, al verlo entrar en el río, ya
sabíamos quién es el verdadero pescador. No presume y resulta que pesca el
doble”.
Ese
día no hubo más comentarios.
Sobre
este “señor” tengo más cosas que contar.
Un sábado víspera de la apertura de la pesca lo encontré en la iglesias en la celebración de la santa misa y al verme debió de pensar, o al menos eso creía yo, “éste mañana va de pesca al río a Couzadoiro” y me dice con cinismo porque lo averigüé al día siguiente, “vienen unos amigos de las Puentes a pescar al río de las Mestas, pues dicen que hay muchas truchas”.
No
le hice caso pues era conocido por muchos pescadores y cazadores como mentiroso
y egoísta.
Al día siguiente domingo estrené mi primer carrete Luxor Contact, el auténtico, el del ingeniero francés. Años más tarde le quitaron lo de Luxor que estaba escrito en letra inglesa y le pusieron Crack en letra redondilla, para engañar a la viuda.
Era
domingo y salí con mi padre al río y al pasar por delante de la casa o bar de
Abelardo, vi el coche del famoso mentiroso y le dije ahí tienes tú coche.
Nosotros, vamos y pasar dos kilómetros por encima y más tarde me buscas.
Empecé sobre dos kilómetros por encima a pescar y, de entrada, sin meterme en el río, pescando de orilla. Después me fui metiendo poco a poco para que no viese las hierbas arrancadas al cruzar, las cuales son arrastradas por la corriente y esto descubre que otro pescador va delante.
Ese
día estaba algo raro, pues me dolía la cabeza y tenía fiebre, tenía 39º. Continué pescando bastante cansado porque creí que aguantaría
pero, tuve que dejar de pescar.
Al
llegar al bar me vieron y saltando de las sillas los jugadores comentan ahí
está “la peste”.
El dueño del bar se volvió y me preguntó como otras veces que tal había ido la pesca. Le indiqué con la cabeza que regular. En ese momento salió el famoso mentiroso y me pregunta a voz en grito, ¿qué tal? y le contesto que nada de nada. Sin pensarlo dos veces gritó: “qué os dije yo. Lo del otro día fue casualidad.
Para
confirmar su comentario, solicitó ver el
cesto y al verlo casi lleno se fue a jugar la partida y no dijo nada más.
Otro día empecé a pecar unos kilómetros antes de la casa de Anselmo, compañero del banco y al llegar a esa altura, siento un comentario ahí vienen unos chambones, cuando me vieron me preguntó, ¿qué tal la pesca y le comento que nada de nada, manifestando delante de su hijo, “ya te lo decía yo”, somos los mejores pescadores de Ortigueira y llevamos en toda la mañana cinco truchas, pero como buen gallego
desconfiado, se acercó a confirmar todo y al ver el cesto lleno me pregunta por la cucharilla utilizo. Se las enseño y me la pide, para ir por la noche a pescar los reos.
Otro
día, quiso acudir conmigo a pescar al rio. Lo que pretendía era demostrar que
era mejor que yo pero no pudo. Al final de la tarde le saque 50 truchas de
diferencia y dijo: “tengo que rendirme ante
la evidencia, no puedo contigo”.
De ahí el dicho, “aprendiz de todo maestro de
nada”.
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