LIBROS PUBLICADOS POR Eduardo García Carmona

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martes, 18 de junio de 2024

Coto de Vegamián, río Porma (León)…

Esta es "la gorda" aunque aquel día no la pude fotografiar...


Querer y no poder a causa de “la dana y la madre que la p….”

Por eso les quiero contar la historia de LA GORDA DE VEGAMIÁN una trucha para el recuerdo y que escribí para un Filandón de pesca

 

Texto y fotos: Eduardo García Carmona

 


He tenido el coto de Vegamián en el río Porma y por culpa de una dichosa “dana”, no lo he podido pescar.

Nos las prometíamos felices y pese a “la que estaba cayendo por tierras astures”, agua, agua y más agua, nos dispusimos para acudir a pescar. Cuanto más nos adentrábamos en tierra minera, más agua caía. Cuando llegamos a la falda de San Isidro, cas damos la vuelta para Gijón pero, decidimos ir despacio y dedicar la jornada a comer en el Bar Restaurante Madrid, de Puebla de Lillo, si el río y la climatología no nos dejaban pescar. Así ocurrió.


Por éste motivo les quiero volver a contar una historia que me ocurrió hace un par de años en el mismo escenario y así, “me imagino que volví a pescar en Vegamián”.

La historia que conté en uno de los Filandones de la Semana Internacional de la Trucha de León que ahora nos van a “desvirtuar”. 

Comienza de la forma siguiente:


LA HISTORIA DE LA GORDA

No he podido dormir en toda la noche. Son tantas las imágenes vividas éste martes pasado en el coto de Vegamián (León) que no puedo ni contarlo. Se me amontonan en la mente pero, especialmente, una de ellas, LA GORDA, un truchón de cerca de dos kilos, más o menos porque, aunque no la pude ni medir ni pesar, la saqué hasta las piedras y era un ejemplar hermoso.


La fotografía ha quedado en mi mente y son  tantas “las cábalas” que le he dado a lo ocurrido que aún no me explico como la pude perder aunque de todas formas iba a volver a la vida porque estaba pescando con anzuelo sin muerte, en captura y suelta.


Y como no pegaba ojo, a eso de las tres de la madrugada me puse a escuchar la radio. En antena estaba Manolo Quijano, el mayor de los tres hermanos de CAFÉ QUIJANO, le estaban entrevistando en la COPE, sobre un libro que había escrito con historias de sus canciones. Me resultó muy interesante todo lo que contaba pero, LA GORDA, no se marchaba de mi mente. La historia de Lola y la canción del grupo me dió el título para éste artículo.


Esta es la historia.

“La gorda” de la jornada, la más gorda, tomó mi señuelo con tanta virulencia que hasta me asustó. Acababa de llegar a la zona donde el río Silván deposita sus aguas por la margen izquierda al río Porma. Me  costó trabajo bajar para poder lanzar desde el cemento pero como algún alma caritativa quiso dejar el camino expedito para futuros pescadores. Se trataba un peñasco pegado al muro de cemento al lado de un árbol. El árbol sirvió para apoyar los brazos y el peñasco para apoyar los pies.


Con sigilo, por detrás de unos arbustos, lancé mis leonesas río arriba donde el Porma toma las aguas del primer túnel por donde una parte de las aguas del Silván caen al curso principal del Porma. El otro túnel, porque existen dos bajo la carretera, estaba a mi lado.

Según voy recogiendo, siento un tirón tremendo. Era en la zona más profunda donde las corrientes de agua se juntan. Algo gordo tensaba mi caña. Aguanté los primeros meneos, cediendo con mucho cuidado y casi rezando porque, aunque el coto era con muerte, siempre pesco sin muerte como apuntaba y con anzuelos sin arponcillos.


Enseguida me di cuenta que se trataba de la infalible a la que venía prendida la trucha, un hermoso ejemplar que no quería aproximarse a la orilla y tendía a empozarse. Levanté la caña con cuidado y me puse por delante del matorral de rodillas, ya en las piedras junto al pozo.


Al verme LA GORDA, volvió hacia lo más profundo. Sabiendo que el anzuelo era sin arponcillo y el hilo del carrete y la cuerda, que siempre monto sobre la línea, era del 16, intenté no forzar y, poco a poco, el truchón fue cediendo otra vez.

Reconozco que cuando estaba próxima a las piedras de la orilla y viendo su tamaño, no daba crédito a lo que traía. El ejemplar agotado estaba vencido, no se movía y parecía un palo.


Intento meter la sacadera y noto que LA GORDA no entraba en ella. Sólo pienso en sacarla a la orilla porque estaba exhausta y efectivamente, entra en las piedras de la orilla del pozo. Me arrodillo para intentar cogerla pero, la fortuna que me estaba haciendo gozar con tan hermoso ejemplar, hizo posible el infortunio porque al hincar de nuevo la rodilla, la trucha dió un salto sobre las piedras y el puntal de mi caña chocase contra la rama del árbol que tenía por detrás. Zás…se rompe el hilo y LA GORDA se rebota sobre las piedras, con tan mala fortuna que se metió en el agua del pozo.

Pese a la profundidad y como la sacadera la tenía en la mano, me lancé a por ella. Sólo sirvió para que cobrase más vida y velocidad y se sumergiese en el pozo con la cuerda completa con boya y todo, sin que pudiese hacer nada. Casi lloro.


He estado toda la noche sin pegar ojo y en la radio, Manuel Quijano continuaba con sus historias. Ahora, la música que sonaba era de La Taberna de Buda y la historia de la canción creada en el bar de copas de su padre. Atendía a la radio con la intención de olvidar a la gorda. Era imposible porque continuaba preguntándome como se me pudo escapar sin poder fotografiarla y disfrutarla algún minuto más.


La fotografía quedó en mi retina junto con la “mala leche”. El insomnio padecido me ha tenido media jornada “atontado” con el sueño y el cabreo en el cuerpo.

Todavía no entiendo que fue lo que hice mal. Ya estaba fuera del agua y rendida a mis pies y, aun así, no quiso dejarme disfrutarla más y hacerle una foto.


Al final, “el consuelo del tonto” porque me hizo gozar un buen rato. No se cuantos minutos, aunque me parecieron una eternidad.

Un éxtasis incalculable sin “eyaculación”. Otra vez te volveré a gozar GORDA y si no fuese yo el pescador afortunado, aunque no lo conozca, que te disfrute al máximo el día que te pesquen porque, esa librea que contemplé, esa cabeza enorme, ese cuerpo estilizado por los centímetros y abundante en carne y pintas enormes, dan para gozar muchos porque si estás ahí es porque eres lista y habrás estado en “muchas guerras” porque, ese tamaño no se consigue sólo por comer, si no por saber “guerrear” con la naturaleza y quienes formamos parte de ella.


Y con las aventuras relatadas en el libro de Manuel Quijano, donde contaba entresijos de como “ligaba en Internet”, me quedé dormido.

Al final, he descansado escribiendo esto porque me ha dado cuenta que lo importante ha sido estar allí y que ELLA eligiese mi mosca para hacerme gozar, sufrir y casi llorar.

Gracias GORDA.

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