RAMÓN FERNÁNDEZ VIDAL, “cocinero antes que fraile” y guarda, que lo fue, de los cotos del Sil y Selmo, en El Bierzo…
Texto:
Eduardo García Carmona. Fotos: familia
La guardería de medio ambiente, forestal o de ICONA como se la conocía y conoce aún, ha tenido nombres propios interesantes por muchos motivos aunque, toda la guardería, de una u otra forma, merecería un capítulo aparte por su trabajo en favor de la naturaleza y los grandes desvelos que, en muchas ocasiones, sin medios y por corazón, han realizado sus funciones exponiendo hasta sus vidas.
En este capítulo, un miembro de la guardería de medio ambiente de la Junta de Castilla y León, destinado en El Bierzo, RAMÓN FERNÁNDEZ VIDAL (Dep), merece un capítulo entre “mis amigos de la pesca” aunque nunca llegué a practicar el lance con él como compañero de jornada de pesca.
Nuestro protagonista, Ramón, era natural de la localidad de Villadepalos (León), en pleno corazón del Bierzo, en el triángulo entre Toral de los Vados, Carracedelo y Dehesas por donde atraviesa el río Cúa antes de dejar sus aguas en el río Sil entre Paradela y Peón. Era un personaje singular que llegó a ser “cocinero antes que fraile” como se apunta en el dicho popular.
Lo de “cocinero” no es porque lo fuese, ni profesionalmente ni aficionado, sino porque gustaba de la pesca desde su niñez, afición que le llevó a ser muy popular entre los que lo hacían “sin caña en mano”.
Lo
de “fraile”, porque antiguamente se decía que era mejor tener “a la zorra en el
corral, que merodeando fuera”, aunque casi siempre era peor porque acababa con “el
gallinero” en menos tiempo.
RAMÓN FERNÁDEZ VIDAL, que hablaba más “gallego” que los nativos perdidos en la aldea más remota y no se le entendía casi, tenía una mirada única. Una miraba con recelo o desconfianza pero sincera. Era complicado o difícil poder engañarle, de ahí que los furtivos de la pesca o los aficionados “aprovechados” le temiesen por su empeño era desterrarles de la zona. Siempre estaba “ojo avizor” y pobre de aquél que tuviese en mente querer engañarle o cometer una fechoría en el río. Vamos, su tramo de río asignado.
Ramón era un guarda que pateaba el río y “casi se erigía en dueño del tramo acotado”, algo que poco a poco, año a año fue perdiendo las facultades físicas como la mayoría de los mortales. Tenía problemas respiratorios.
Le
recuerdo más en su faceta familiar que en el río, que también.
En el aspecto amable y familiar tenía un trato único con sus seres queridos y amigos. Ofrecía “su casa y hacienda” a los amigos y acompañantes, algo que me ocurrió personalmente al ser presentado por el jefe comarcal de la guardería, Samuel Garrido, con quien trataba temas profesionales, surgiendo una gran amistad.
Tenía que realizar un programa de televisión para TV León en sus comienzos, año 1990 y fue Samuel quien me lo presentó, acompañándonos por el río mostrándonos todo su recorrido. Recuerdo que realicé una entrevista junto al río con pescadores que se encontraban en el coto de Sobrado pescando. La entrevista en plena
naturaleza se realizó en la zona de descanso junto al puente de Cabeza de Campo. Los micrófonos de solapa los acoplamos a las cañas de pescar para poder acercarlos a los protagonistas realizando una tertulia de pesca, sentado en corro, en el verde de la pradería. Fue una pasada.
Desde entonces empatizamos y, tanto Samuel como yo, teníamos “una cita obligada anualmente” en su domicilio de Villadepalos para probar las ricas viandas “de casa” que nos preparaba su esposa Ángela, “Gela”, cariñosamente. Los pimientos del Bierzo acompañaban a la matanza casera y, es que se dedicaban a vender sus propios pimientos, criados en “la huerta familiar” y regados con agua de manantiales en el subsuelo y de las del río Cúa cuando era menester. Vaya
huerta extensa y hermosa que conocimos en su máximo esplendor pero, había que trabajarla y él lo hacía junto a su esposa y familia. Aquellos pimientos del Bierzo, de la huerta de Ramón y Gela, tenían “marchamo de calidad especial” y era por algo. Además del cariño, a la hora de asar y embotar, como se
hacía antiguamente, con fuego en un bidón de los de gasoil, cortado hacia la mitad para encender fuego con leña de la zona, tenían el toque especial de Gela y familia. Encima del bidón, una especie de parrilla o rejilla por la que subía el calor y dónde se colocaban los pimientos. Qué maravilla y que olor dejaban en el ambiente. Eran otros tiempos y da gusto recordarlo.
En el lugar del patio trasero a la vivienda donde se preparaba “el asadero”, Ramón y Gela tenían las cuadras o “gocheras” donde los cerdos eran bien alimentados y cuidados con productos de la huerta. Un poco más abajo, su hijo tenía voladeros para diversas aves que criaba, entre otras: faisanes,
codornices y perdices. Allí mismo, una fuente de agua cristalina que servía de refugio a diversas especies de peces. Vamos, tenía de todo.
Con
los años, los pimientos de Ramón y Gela se degustaban en la capital leonesa
gracias a las cajas que llevábamos Samuel y yo, por encargo, a los compañeros
de los medios de comunicación, familiares y amigos. Por cierto, muy cerca del
domicilio de éstos en Villadepalos tenían “su finca de recreo” dos compañeros
de trabajo profesional: Celina Correa y Pedro Blanco. Curiosamente, el matrimonio
de profesionales de la radio en El Bierzo, trabajaban, ella, en Radio Juventud
y él, en Radio Popular.
Por cierto, al entrar en la finca de Ramón, en Villadepalos, tras pasar la verja, existía un patio y varias viviendas familiares. En la zona de ellos, la casa principal de Ramón y Gela, con todo lo que se puedan imaginar en su interior como vivienda familiar, conservaban desde la matanza, hasta la bodega. Con el matrimonio vivía la hija pequeña, María. En la zona de la cocina, una amplia mesa que era donde nos sentaban a comer las excelencias de la casa con buen vino del Bierzo. Junto al edificio principal, otra vivienda que era, según Ramón, “el apartamento” de su hijo, Ángel, joven bien puesto que vivía la vida como un auténtico “sibarita”. Un día, vimos llegar un coche deportivo de color rojo del que se apearon Ángel y una acompañante despampanante y llamativa. Se trataba de una de las novias del “niño”.
Anécdotas de pesca y de otra clase, siempre hay. Una de pesca la viví con mi gran amigo, Juan Fernández Manso “Juanito de flores Manso” que se acercó a pescar una jornada al coto del Sil. Fue la historia que he contado en EL FILANDÓN de la Semana Internacional de la Trucha de León donde, Juanito se obsesionó con un truchón que no podía
engañar y lo esperó al sereno. Gracias a los consejos de Ramón el guarda, al final, el truchón de Juanito fue capturado y no con una mosca cualquiera, una “mal confeccionada” a pie de río porque la trucha rechazaba todas las presentadas. Con casi “un trapo con alas”, la trucha tomó el engaño y fue algo maravilloso verlo en vivo. Una gran jornada.
Otras curiosidades las realizábamos por el camino de vuelta. Además de los pimientos del Bierzo embotados a por los que íbamos en el mes de Octubre, por el camino acudíamos a coger castañas bien junto a la carretera o subiendo monte arriba donde teníamos “nuestra finca particular”. También, peras conferencia y caquis “caían”. Vaya par de pillos.
La última anécdota por contar es como he podido escribir este artículo.
María, la hija de Gela y Ramón, esposó hace unos años con un joven de nombre Carlos que, por medio de Internet, contactó conmigo para solicitarme un artículo que había escrito en Diario de León sobre
Ramón, el guarda de los cotos de Sobrado y Sil, titulado “cocinero antes que fraile”. El artículo debió publicarse entre los años 80 a 90 porque, después, dejé de escribir la página de pesca en éste periódico pasando a La Crónica de León. Al esposo de María, Carlos, le ha sido imposible encontrarlo en la hemeroteca del periódico y por ello se puso en contacto conmigo para intentar conseguirlo porque le hacía mucha ilusión a la hija de Ramón y Gela, su esposa.
Gracias a esta petición que no pude conseguirle, tampoco, he vuelto a escribir esta historia del guarda del coto del Sil y Sobrado, que espero les haga la misma ilusión. Al menos el cariño en el recuerdo lo he manifestado.
Gracias,
RAMÓN FERNÁNDEZ VIDAL porque, siempre serás uno de “mis amigos de la pesca” y
el reconocimiento para tu hija, María y su esposo, Carlos.
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