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sábado, 10 de mayo de 2025

Mis amigos de la pesca, MANUEL BLANCO CRESPO, pescador, montador de moscas leonesas y criador de gallos que lo fue…



MANUEL BLANCO CRESPO
, pescador, montador de moscas leonesas,  criador de gallos que lo fue y "poli local" en León…

 

Texto y fotos: Eduardo García Carmona y MBC

 


Manuel Blanco Crespo, también conocido en León como “Manolo el municipal”,
nació en la localidad de San Andrés del Rabanedo, provincia de León, el 13 de diciembre de 1953, donde reside actualmente y aunque en la localidad “dormitorio de León” no existe río, salvo “el Carbosillo” y otros regueros, el municipio limita en una buena parte con el río Bernesga próximo a León, ciudad con la que comparte, incluso, calles.


A los ocho años
, acompañado de su padre, comenzó a pescar en el rio Bernesga con una vara de palera, un trozo de nilón, corcho, anzuelo y de cebo lombriz, realizando buenas pescatas de barbos, bogas y bermejuelas, llegando a rebasar en capturas a las de su padre.

Cumplidos los 12 años comenzó a pescar en otros ríos, acompañado de un amigo de su padre, Santiago Villanueva, desplazándose en el tren de vía estrecha  a La Vecilla, donde aprovechaban para pescar hasta La Cándana de Curueño, volviendo en el tren a León.


Igualmente viajaban en tren hasta Veguellina de Órbigo y en los autobuses de línea, a Carrizo de la Ribera, pescando el río Órbigo, a la altura de Cimanes del Tejar.

Comenzó a montar sus primeras moscas ahogadas con 12 años, siendo su monitor su compañero de


pesca, Santiago, aprovechando todos los momentos que tenía libres y observando los montajes que él realizaba. Tomaba nota de todos los detalles: color del hilo, brinca, cabeza y pluma así como la época de pesca.

Tal era la afición que tenía por el montaje, que ante la precariedad económica de su familia, el maestro Santiago le facilitaba el material necesario para elaborarlas, haciendo y deshaciendo las mismas, hasta conseguir dejarlas a su gusto.



Recuerda que llevaba el material al colegio
y en la hora del recreo, aprovechaba y sacaba de su caja los anzuelos, hilos y plumas y se ponía montar moscas, ante la curiosidad de sus compañeros de clase.

Con “su maestro”, Santiago, acudía a los pueblos de La Vecilla, visitando a los criadores de gallos y aprendiendo a seleccionar la mejor pluma de riñonada.


Su inquietud por el perfeccionamiento en el montaje de moscas ahogadas o leonesas, le llevo a padecer una obsesión enorme y comenzó a comprar cuerdas a los mejores montadores profesionales de aquellos años, entre los que cabe destacar a: Bernardo, Yanutulo, Canina, Granizo, Pepín Cirolin, Chematu, entre otros.


Lo primero que hacía era copiar todas las moscas, llegando a deshacer muchas de ellas, para poder identificar la seda con la que estaban confeccionadas, comprobando en seco y en mojado su tonalidad.


En La Vecilla, en la Muestra del Gallo, fue donde conoció a grandes coleccionistas de “hilos de montaje” como, Rafael Sogovia, Ramón Terricabras, Carlos J. “Pescate” y así se hizo con un buen “costurero” o colección.


Poco a poco fue renovando su catálogo de moscas, comprobando la efectividad de las que hacían esos montadores profesionales, respecto a las que había venido confeccionando.

Llegó un momento en que iba a pescar y llevaba diez cuerdas diferentes y se pasaba la hora de la postura, (que así se ha denominado siempre al periodo de eclosión de las moscas en los ríos), probando moscas y unas veces acertaba y otras no. Tomó la


decisión de hacer una selección entre tantas moscas, inclinándose por las moscas de dos montadores de la ribera del río Orbigo: José Majo, apodado Pepin Cirolin, y su primo Ángel Carbajo, ambos vecinos de Benavides de Órbigo (León), ya que había comprobado que sus moscas pescaban y, vaya si pescaban.


Así, confeccionando moscas para diversas tiendas de León y de fuera, en la década de los 70, se sacaba un sobresueldo porque el sueldo no daba para mucho.

Trabajó en una gestoría Higuera. Después, a los 28 años, aprobó unas oposiciones a Policía Local del ayuntamiento de León, profesión de la que se jubiló en 2012 y por eso le conocen por “Manolo el municipal”.


Manuel Blanco Crespo
,  ha sido criador de gallos de pluma de León. Fue de manera experimental entre los años 1988 a 1991 y en su propio pueblo, San Andrés del Rabanedo.

La belleza de los gallos de pluma de la comarca del Curueño,  le enamoró y cautivó,  dedicándose a


conseguir huevos de dicha raza de aves e incubándolos con gallinas “kikas”. Llegó a tener 25 machos seleccionados y otras tantas hembras, tanto de gallos pardos como de indios, en sus diferentes variedades.


El primer año no les aplicó ninguna vacuna y sobre los siete meses de vida, comenzaron a fallecer. En una semana se quedó sin su “corral”. El diagnóstico fue que murieron de la enfermedad de Marek.

No desistió en su empeño y, en la primavera del año siguiente, consigue más huevos y asesorado le facilitaron un cuadro de vacunación,  aplicándolo y resolviendo el problema.


La experiencia en la cría de gallos de pluma le duró tres años
, apunta, “me demostró que, pese a tenerlos en un solar debidamente vallado de 1000 metros cuadrados,  en San Andrés, vacunados y con todas las atenciones alimenticias, sin privarles de nada, el sueño se desvanecía, ya que las primeras pelas prometían pero, en vez de ir ganando calidad en cuanto a, brillo, textura y finura, fue todo lo contrario”.


Fue en el año 1989, cuando se presentó en casa de Ángel Carbajo y Pepin Cirolin, solicitando que le enseñaran todos los entresijos de sus montajes. De esta forma nació una gran amistad, acompañándoles en sus jornadas de pesca y pudiendo comprobar que,  “pese a que pescábamos con las mismas moscas, ellos eran maestros y yo un alumno”. 


En aquellos años había un hermetismo total en esto de la pesca, “era muy difícil que un montador profesional te enseñara sus secretos, sus sedas, la combinación de las moscas, cuerpo y pluma, incluso el color de la brinca y la cabeza, ya que no todas las moscas llevan el mismo color de brinca que de cabeza y bien seguro que hoy sigue ese hermetismo, si bien las redes sociales nos han servido para destapar todos estos secretos”, apunta Manuel.


MANUEL BLANCO CRESPO
fue un buen amigo de  Venancio Álvarez Díez, “Ciempiés” gran defensor de nuestros ríos, gran pescador y montador de moscas ahogadas, que le abrió las puertas de su casa facilitándole instrucciones de montajes de otros artesanos, las cuales guarda con mucho cariño.


Manuel es tan poco egoísta que “le gustaría facilitar las instrucciones de montaje de todas sus moscas pero, “posiblemente no descubrirían nada que la inmensa mayoría de los pescadores a leonesa no supieran en la actualidad”, asegura.



Gracias estimado Manolo por formar parte de mis amigos de la pesca.

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