590
km2 formados por amplios valles fluviales con un desfiladero común en pleno
Parque de Picos de Europa
Truchas
de gran tamaño, pero difíciles de conseguir
Las zonas de cola, tanto en el Esla, Yuso como Orza, presentan una gran concentración de bogas en los meses del desove, Abril y Mayo
Texto
y fotos: Eduardo García Carmona
El embalse de Riaño, también conocido como presa de Remolina, es una masa de agua, relativamente joven, creada a finales de los 80 y puesto en servicio, oficialmente, en 1988.
Tiene una extensión de poco más de 590
Kilómetros cuadrados y está formado por amplios valles fluviales cerrado por un
desfiladero común que se encuentra en el Parque Regional de Picos de Europa.
Los ríos principales que vierten sus aguas al embalse son el Esla, Yuso, Orza y
Anciles, amén de múltiples arroyos que bajan de las montañas próximas.
Las aguas son aceptablemente transparentes y tienen un índice de mineralización moderadamente bajo. La temperatura del agua oscila entre los 6º en invierno y los cerca de 20º en verano. La capacidad del embalse es de 651 hectómetros cúbicos, siendo el mayor de la cuenca del Duero y uno de los 30 mayores de España.
Aunque
nació como embalse para garantizar el riego de 80.000 hectáreas en la provincia
de León y parte de Valladolid y Zamora, también tiene aprovechamiento
hidráulico para la central hidroeléctrica de Remolina. En él se pueden
practicar deportes náuticos y la pesca, abundando la trucha común, bogas, lampreas,
bermejuelas, gobios, y algún barbo. También existe una amplia población de
cangrejo señal.
Las concentraciones principales de
peces se encuentran en la zona de cabecera, siendo la ausencia, casi total, en
las zonas posteriores de aguas someras, según un estudio de la Confederación
Hidrográfica del Duero que me pasó un amigo, las mayores concentraciones de
peces son bogas, un 65% del total, que
muestran una querencia por aguas más someras que otras especies. En general,
las densidades son moderadas para un embalse que presenta buenas condiciones y
calidad de aguas, obteniéndose los valores más altos en las zonas litorales,
especialmente llegando a la cabecera. Curiosamente, las zonas de cola, tanto en
el Esla, Yuso como Orza, presentan una gran concentración de bogas en los meses
del desove, Abril y Mayo, pero después la densidad se convierte en muy baja.
MI
PRIMERA JORNADA DE PESCA EN EMBARCACIÓN
Para
un enamorado de lo que fue el valle de Riaño como lo he sido, no me resulta
grato el navegar sobre las aguas de este embalse que anegó una de las zonas más
hermosas e interesantes de la geografía leonesa.
Los recuerdos de verano, en el viejo Riaño, son muchos. El olor del pan de hogaza recién sacado del horno, el olor a pueblo con ganaderías, a la hierba recién segada, la visión mental de la plaza y torre de la iglesia de Nuestra Señora de Quintanilla, con su fiesta agosteña plagada de hijos del pueblo y visitantes de todas partes, donde acudía Imanol Arias, hijo del pueblo; el ambiente de sus ferias, pero sobre todo la belleza de un valle fértil, repleto de huertas y praderas con abundante ganado, todo dentro de un ángulo que formaban los ríos Yuso y Esla y muchas, muchísimas jornadas de pesca en la zona, “me obligaban” a realizar este reportaje.
Del
ayer sólo quedan los recuerdos, la lucha para que el valle no se anegase, las
fotografías, algunas dieron la vuelta al mundo. Pueblos como Riaño, La Puerta,
Huelde... dormitan en la aguas del embalse, Anciles deshabitado e incomunicado,
con ellos también se fueron miles de ilusiones, aunque quedan las historias
allí vividas, algunas de ellas contadas y cantadas, literariamente.
La
realidad hoy es otra y el agua con todo aquello, ahora da de beber a campos
sedientos y proporciona luz a miles de hogares.
ASÍ
FUE Y ASÍ SE LO CUENTO
La
historia ocurrió en 2005.
El
embalse de Riaño nos recibe con un descenso importante de caudal, según las
marcas en las paredes de la montaña, hasta cerca de 20 metros descendieron las
aguas debido al estiaje y el regadío, pero presenta un buen aspecto. El tiempo
no acompañó en la jornada de pesca. Fuertes ráfagas de aire, lluvia
intermitente, aunque escasa, y el frío, después de un agobiante verano, fueron
nuestros acompañantes.
En
la embarcación lo imprescindible: cañas de pescar a mosca seca, sacadera y
cebos a utilizar. Al final sólo utilizamos streamers, simulando pequeños
pececillos.
Con
la cámara de fotos colgada al cuello y las cañas dispuestas para comenzar la
jornada, el patrón de la embarcación me aconseja colocarme, además de ropa de
abrigo, la ropa de agua, incluyendo el chubasquero. Un arco iris radiante nos
acompaña en la salida.
La embarcación se dirige al cañón de Anciles para probar fortuna en las paredes rocosas. El experto asegura que la pesca se presenta mal por las condiciones reinantes, pero que alguna trucha conseguiremos. Lo primero que avistamos fueron una veintena de cormoranes, ave que se ha aclimatado en muchos puntos de León y que se multiplica considerablemente, año tras año.
Con
la barca al ralentí y a unos 4 o 5 metros de la orilla, en paralelo, comenzamos
a lanzar la cola de rata. En la línea, con sedal del nº 26. Como señuelos dos
pececillos. Corría el año 2005 y era mi primera experiencia de pesca en pantano
desde embarcación. Sí lo había hecho desde tierra en el pantano del Porma. Los
lances se suceden, ajustando los señuelos a la misma orilla pero los peces no
terminan de aparecer. Después de más de una hora de pesca sin ningún resultado,
la incertidumbre me acompaña, aunque el guía y experto asegura que algo
pescaremos. La cámara de fotos siempre lista y colgada en bandolera, porque el
ataque del salmónido al señuelo es muy vistoso y hay que captarlo.
Cambiamos de escenario. Nos adentramos más en el cañón que forman las montañas y donde desemboca el río Anciles. Allí surge el primer ataque. El susto es de órdago. El tirón más pero, por no estar atento y la cola de rata floja, la trucha se me escapó. Era un buen ejemplar, como la mayoría de los que se sueltan. La línea no puede ir floja y los pececillos tienen que navegar casi a ras de agua, que se vean pero sin ir por encima del agua. Hay que dejarlos que naveguen y se muevan aparentando que están vivos, de ahí que de vez en cuando haya que dar un tironcillo, pero pequeño, porque la embarcación al ralentí se mueve y hace de tiro. La caña, después del lance hay que bajarla para que el viento no levante los señuelos.
A
ratos se complican las cosas. No soy capaz de lanzar. El viento cambia de
dirección cada poco. Hay que trabajar el lance con un simple juego de muñeca.
Lo hago con tan buena fortuna que de repente veo subir a la velocidad de un
rayo, un hermoso ejemplar de trucha. El chapoteo es tal que hasta salpica mi
objetivo. La primera trucha ha tomado bien el. La caña se dobla que parece que
va a romperse. La trucha, después de un rato, es dominada y la sacadera hace
que entre en la embarcación. Más de dos kilos de trucha, con una hermosa
cabeza, dientes largos y afilados y pintas grandes de color oscuro ¡una delicia
verla después otra vez en el agua!
Con la adrenalina en su sitio cambiamos de escenario. Nos acercamos a la cabecera del pantano. Recuerdo aquellos parajes. Creo que estamos por encima de la zona de Huelde, donde finalizaba el coto antiguo de Bachende El Internacional. Vamos en dirección a las playas de Horcadas, localidad por donde baja el arroyo del mismo nombre. Allí trabo un buen ejemplar. ¡Madre mía, que emoción, que tirones! Casi no puedo con la trucha y eso que el ejemplar no llega ni a los 700 gramos. Son mis primeras truchas en el pantano de Remolina y las únicas porque después ya no volví más a pescar desde embarcación.
Algunos
ejemplares más mordieron los engaños pero los anzuelos sin muerte dificultan
las capturas. Todas las piezas se encontraban próximas a la orilla. El agua
presentaba una temperatura de 15,6º, aunque el frío reinante marcaba menos
grados en el exterior, 8º. Eran las 13,15 horas y habíamos comenzado la jornada
a las 9,30 horas, poca pesca para tantos minutos. Había que volver al punto de
partida, el Club Náutico de Riaño, donde también, en los meses de verano, se
pueden realizar viajes turísticos por el embalse.
La jornada estaba dedicada a la pesca de truchas en el pantano de Riaño, la época elegida de finales de Setiembre no es la mejor pero, a nada que acompañe el tiempo las capturas se pueden multiplicar.
Para
los amantes de los ciprínidos apuntar que, deberán elegir el mes de Mayo. Es
muy bueno para capturar auténticos
“trofeos”, con ejemplares de bogas que superarán el kilo de peso. Para
poder acceder a este tipo de pesca se recomienda acudir a las zonas de cola del
pantano y las desembocaduras de los ríos y riachuelos, especialmente en la zona
próxima a Boca de Huérgano, desembocadura del río Yuso; zona de Vegacerneja,
desembocadura del río Orza; y zona de Lario, desembocadura del río Esla.
Este embalse está aún por descubrirse para la pesca y muy pocos pueden imaginar las sorpresas que pueden dar sus aguas. Sería un buen reclamo turístico para la zona. Tiempo al tiempo.
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