Estrenando la temporada en Tolibia, un buen coto en tierras leonesas…
Mucha
trucha pequeña y “algunas de buena calidad”
Un
viaje desde tierras asturianas a la montaña leonesa cruzando valles y ríos
Texto
y fotos: Eduardo García Carmona
He
cruzado ríos, montañas y valles hasta llegar a nuestro destino: coto de pesca
de Tolibia, en el río Curueño “el río del olvido”
de Julio Llamazares y,
precisamente no es una jornada fácil de olvidar, especialmente, por la pesca con
peces de hermosa librea, peces auténticos en unas aguas de ensueño que para sí
las quisieran muchos lugares del planeta.
El río Curueño baja “señorial” con agua de arroyos que vierten desde el pico Toneo (2.094 metros), por un lado y el puerto de Vegarada (1.560 metros) por el otro. La hermosura es total en ésta zona de la geografía leonesa.
Para
acudir a pescar a Tolibia desde Gijón (Asturias), atravesaremos el Puerto
Pajares. Antes, diversos ríos astures: Noreña, Nora, Lena y Caudal, Pajares.
Atravesando el puerto y con el Parador presente, veremos las fuentes del río
Bernesga en la provincia leonesa que nace como un “hilo de agua” después de
juntar diversas fuentes y arroyuelos que parten de lo más alto del Puerto de
Pajares (1.500 metros), arroyelos con nombres hermosos: Dulcepeña, Cayeros o
Rocapeñas.
Cruzamos en Villamanin hasta el otro valle, con río el Torío, emblemático donde los haya. El paisaje con el puerto de Piedrafita (1680 metros), de donde parten las primeras aguas del río Torío es idílico, como toda la montaña leonesa. Se juntan aguas del puerto de Vegarada, donde la mayoría forman el arroyo Canseco, afluente del Torío, que le da mayor identidad.
Entre
montañas de roca caliza y paisajes espléndidos, llenos de colorido y belleza,
cruzamos un nuevo valle. Allí está nuestro destino que no es otro que el
“mítico” río Curueño, tras dejar Valdeteja.
Nos
adentramos bordeando el curso del río, hasta la antigua “venta de La Zorra”
llamada posteriormente la Venta del Aldeano que, también se hizo llamar Venta
de San Pedro. Aquí será donde dejaremos nuestro vehículo.
Lo primero es bajar y ver el río. Baja sensacional. Sólo nos falta disfrutar y pasar una gran jornada de amistad con Benito, Lozano, José Luis Méndez y la sorpresa de la visita de Maelín el de Santa Olaja, mi estimado y querido primer compañero de pesca ya “jubilado de la afición” a sus 83 años. La pesca, aunque lo principal, también se hace secundaria porque primero es la amistad y el disfrute en plena naturaleza.
Comienzan
los nervios porque es nuestra primera jornada auténtica de pesca en 2024.
Tuvimos otra en abril, Sardonedo en el río Órbigo, aunque ni siquiera nos
pudimos acercar al agua por la cantidad de caudal que circulaba.
Montamos
cañas y aparejos, después de calzarnos botas y chalecos y nos vamos para el
río.
UNA
GRAN JORNADA
Aunque cuatro amigos fuimos, sólo dos nos dedicamos a pescar: Benito y yo. José Luis, lesionado con un par de costillas dañadas no participó en la jornada, aunque tenía permiso. Ismael, sólo vino a vernos, comer y pasar el día con nosotros.
Por
aquello de tener menisco de la rodilla derecha maltrecho, Benito me dejó pescar
la zona más cómoda, relativamente, desde la Venta hacia el puente con el “pozo
ciego” presente.
Benito,
quería pescar la zona por debajo de la Venta. Finalmente, se acercó hasta el
puente del Pozo Ciego y pescó aguas arriba dirección a Tolibia de Abajo y
Lugueros.
Desde la misma carretera general nos sentíamos observados por nuestros amigos que paseaban y observaban los lances.
La
cuerda montada sobre la propia línea de mi caña estaba formada por: una ninfa
culiroja de rastro; carne en indio; negro del manuscrito, la imprescindible de
Granizo y una Charli como saltona. Para sacar la primera no hizo falta esperar
demasiado porque a las primeras, segundo lance, ya subió una truchilla con una
librea preciosa. Las pequeñas truchas continuaban saliendo. Así fui sorteando
las primeras varadas subiendo por el propio río muy despacio y protegiendo mi
menisco.
Llegué a una de mis zonas favoritas: la tablada de grandes rocas por la izquierda y un muro de roca a mi espalda. Allí saqué una de mis mejores capturas, un ejemplar hermoso de unos 28 centímetros que, aunque el coto era con muerte, devolví de nuevo al agua. Es más, no llevo cesta y todos los anzuelos son sin arponcillo. Vamos, “sin muerte”. Lo importante es gozar y era que estaba haciendo desde que comencé a pescar.
La
mañana iba pasando y los lances se repetían a una orilla u otra y siempre con
recompensa. Fue llegar a una buena tabla que finaliza en una caída preciosa,
junto a una torre o mole de roca caliza a la derecha. Aquí, disfruté de lo
lindo y conseguí los mejores ejemplares. Una gozada.
Desde la carretera sentía alguna voz de mis compañeros: ¡esa es buena Eduardo…! Apuntaba Ismael. Aunque no les veía por la tupido de los árboles y arbustos de la orilla, Maelín y José Luis, también, me animaban. Hasta el guarda que, poco más arriba me esperaba para pedirme la documentación y el permiso.
Me
dejaron continuar pescando mientras los dos compañeros subieron hacia el puente
para observar desde la calzada derecha a Benito que estaba pescando esa zona.
La tónica de Benito Lozano era muy pareja a la mía, según me contaron
posteriormente, pero casi todas pequeñas.
Benito estaba utilizando una cuerda preparada en casa donde puso de rastro, una carne con brinca marrón y tórax oreja de liebre con pluma flor de escoba. A continuación, un chicle; una sarnosa hembra; un salmón y como saltona “la Charli”. Todas las moscas le habían dado piezas pero, recalco de pequeños tamaños.
Lo
dicho una gran jornada que se prolongó hasta pasadas las 15 horas para después
irnos a Villamanín para comer.
Y
el próximo coto, Villafeliz.
Se
lo contaremos.
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